La caravana de miles de migrantes, empezó su tránsito a mediados de octubre en San Pedro Sula en el
norte de Honduras. Este fin de octubre de 2018 se halla en Chiapas. La marcha se dirige a la frontera
norte de México con los Estados Unidos. Los caminantes son hondureños, salvadoreños y
guatemaltecos. Algunos mexicanos los acompañan en tan arduo camino. Atravesar México, de frontera a
frontera, al decir de los muchos que han hecho la trayectoria es como cruzar el infierno. La mayoría de
los mexicanos, muy a pesar de la actual administración norteamericana, se les ha dado la bienvenida. No
obstante, el zafarrancho que se presenció en el puente sobre el Suchiate, entre migrantes y autoridades
policiacas mexicanas, los migrantes están a salvo de extorsiones y ataques de malhechores que
usufructúan ganancias de los más pobres y vulnerables.
Hoy por hoy solo hay alrededor de 4 mil personas en la caravana. La gran mayoría de ellos son jóvenes y
familias con niños pequeños. Muchos regresaron a sus lugares de origen aprovechando el ofrecimiento
de transporte del gobierno mexicano. Otros tantos han decidido tramitar asilo en México y aceptar las
ofertas de trabajo y residencia en el país hechas por el equipo de transición del presidente saliente
Enrique Pena Nieto y el entrante, Andrés Manuel Lopez Obrador. La Secretaria de Gobernación ha
recibido más de mil setecientas solicitudes de asilo. A diferencia de la virulencia retórica del gobierno de
E.U.A. con su militarización de la frontera y promesas de cerrar la frontera y reprimir, el gobierno
mexicano y sobre todo, los mexicanos han adoptado medidas humanitarias. El trabajo de protección a
los migrantes se realiza en conjunto entre la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH),
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y la Cultura (UNICEF), Alto Comisionado para los
Refugiados (ACNUR) y varias de las instituciones del gobierno mexicano como la Secretaria de
Gobernación, de Defensa Nacional, y Salud para señalar algunas. Junto a ellas, se hallan algunas
organizaciones no gubernamentales de atención y protección a migrantes y significativamente la
Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). Todas estas organizaciones e instituciones también
colaboran para impedir la discriminación, soberbia y demagogia de algunos sectores de la sociedad
mexicana.
Por lo pronto, la caravana se encuentra a más de 1,100 millas de distancia de la frontera norte. Además,
los números iniciales de 7 mil migrantes se han reducido a menos de la mitad. Lo que es cierto es que los
integrantes de la caravana no representan ninguna amenaza de invasión y agresión a la sociedad
norteamericana. Las declaraciones del Presidente de los E.U.A. de que en medio de los migrantes se
encontraban individuos del Medio Oriente, lo que para el significa musulmanes terroristas es un
absurdo. Es más, son mentiras de bajo calibre orientadas a intimidar a sus simpatizantes y seguidores.
Sus afirmaciones han sido no solo negadas por las autoridades mexicanas, los miembros de la caravana y
las organizaciones de defensa del migrantes sino probadas por la inmensa mayoría de periodistas del
mundo entero que cubren la información sobre la caravana.
También en los próximos días el presidente y el secretario de la defensa de los E.U.A. mandaran tropas
del ejército para defender la frontera. El ejército, armado hasta los dientes, defenderá a Estados Unidos
de una invasión de niños, mujeres y jóvenes desarmados y cansados de días de dormir a la intemperie,
aguantar el calor, sufrir el incandescente sol del sureste mexicano, soportar las tremendas lluvias y la
caminata que acaba zapatos y lacera pies. ¿En serio? Lo único que quieren los centroamericanos es solicitar asilo. Aspiran a una vida mejor para sus hijos. Quieren trabajar. Desean estar a salvo de las
bandas de criminales que controlan a Honduras y El Salvador, y en menor medida a Guatemala. Quieren
ser reconocidos como seres humanos. Los centroamericanos desean que el gobierno de Estados Unidos
reconozca que es firmante de los acuerdos internacionales sobre los refugiados. Quieren que Estados
Unidos continúe como defensor de los derechos humanos y que acepte que ha proporcionados refugio a
pueblos de africanos, europeos, latinoamericanos y asiáticos en los momentos que estos lo han
necesitado. Los centroamericanos no quieren limosnas, quieren trabajo y poder demostrar que son
gente de bien.
Lo cierto es que los migrantes hondureños están tratando de escapar condiciones de miseria e
inseguridad inadmisibles en que los mantiene el actual gobierno de su país. Más del 70% de los
hondureños viven en condiciones de pobreza y 45% en pobreza extrema. El Banco Mundial define a la
pobreza extrema para los que viven con menos de $1.20 dólares diarios. Esto quiere decir que no
pueden comprar un litro de leche (1.25) o un kilo de arroz (1.21). Ni que decir de huevos (1.95 por
docena) o pan (1.60 por kilo).
El actual presidente de Honduras Juan Orlando Celaya asumió el poder en noviembre de 2017 bajo
acusaciones de fraude electoral. Una vez reconocido el fraude por los votantes, cientos de manifestantes
salieron a protestar a las calles de Tegucigalpa, San Pedro Sula y otros poblados del país. Fueron
recibidos a golpes, balazos y la cárcel por la policía y los militares. El gobierno norteamericano
rápidamente apoyo a Celaya con el argumento de siempre, para prevenir desmanes e infiltraciones de
gobiernos izquierdistas. Lo cierto es que Celaya ha sido incapaz de demostrar su legitimidad
gubernamental, evitar el crimen organizado bajo la dirección de los Maras (Mara Trucha 13) y mejorar
las condiciones económicas de las mayorías. La ayuda internacional del Banco Mundial, La Unión
Europea y USAID del gobierno norteamericano no llega a los sectores sociales a los que supone
beneficiar. La corrupción rápidamente hace uso de los millones y los dólares rápidamente desparecen
para reaparecer en las cuentas bancarias de las clases dirigentes, los militares y los políticos.
La caravana de migrantes que se dirige hacia la frontera norte de México no pierde las esperanzas de que
el gobierno norteamericano les permita solicitar asilo. Situación inimaginable con el actual gobierno.
Por lo pronto, el gobierno mexicano y más importante aún, el pueblo mexicano les ha abierto su país
y les ha acogido con la generosidad y la solidaridad de siempre.

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