“Este año Santa Claus no va a llegar”, dijo Marcos González a sus hijos. Lo hizo al borde de las lágrimas y en compañía de su esposa.
A los 3 más pequeños les explicó que “por un descuido no pusimos la carta para Santa Claus en el correo y ahora ya no hay tiempo de que la mandemos. Disculpen hijos, pero definitivamente no llegará Santa este año”.
La realidad era que días antes el señor González había perdido el dinero que tenía guardado para gastos de la casa y para compras navideñas. Era dinero que duramente había juntado con la ayuda de su esposa.
Por otro lado, el patrón de Marcos era también su casero y, después de trabajarle tenazmente por 5 años, sintió la confianza de pedirle unos días extras para pagar la renta y acepto. Se le dijo que también recibiría de manos de su jefe un aguinaldo de Navidad supuso que con dicho dinero podría salir de apuros. Sin embargo, su plan se vino abajo.
“Mi jefe me había dicho que me daría unos días extras para pagarle la renta pero no lo hizo. Se la cobro quitándome el aguinaldo…”, dijo Marcos compungidos sin saber qué hacer.
Los familiares en los que pensaron para pedir una ayuda les dieron la espalda. moral y económicamente. Y para empeorar la situación, les llego una notificación indicando que los servicios serían cortados si no se pagaban 650 dólares.
María de Lourdes, la mayor de los hijos, supo en todo momento la situación real. Y aun que asimilo la noticia, estaba inmersa en una enorme tristeza.
“Qué te pasa María, por qué estas tan distraída?” preguntó una maestra a la hija mayor de Marcos, logrando así que la joven le explicara la triste situación familiar.
“El pago de los servicios están atrasados y también la renta. Además, mi papá no tiene dinero para que hagamos algo en Navidad. Me siento muy triste”, dijo María a su profesora.
Definitivamente, el frío que imperaba en la ciudad de Omaha era más helado de lo que marcaban los termómetros, en el interior de este hogar hispano.
Entonces, algo maravilloso sucedió.
Marcos recibió otra llamada escolar y con insistencia le decían: “Por favor, venga a la escuela, tenemos algo muy especial para usted”.
Al día siguiente y con un poco de recelo y desconfianza se presentó el papá de María en la escuela. Sorpresivamente, lo que recibió no fueron malas noticias sino un sobre que en su interior tenía 250 dólares en tarjetas canjeables de una tienda departamental. Era para comprar alimentos.
Feliz, Marcos González regreso a casa para platicarle a su esposa lo ocurrido. Ya había para comprar comida.
“En algún momento comencé a perder la fe en Dios pensando que ya nos había olvidado pero no era así”, decía emocionado Carlos.
Ese mismo día fue a la oficina de su empleador, donde lo aguardaba otra sorpresa. Resulta que las secretarias le entregaron un cheque de 150, otro de 100 y uno más de 75 dólares. Era dinero de su propio bolsillo, del cual se desprendían para auxiliarlo.
Lo más increíble fue la ayuda de una persona extraña que había estado presente cuando días antes el patrón de Marcos le negaba el aguinaldo. “Esa persona me entrego un cheque por 650 dólares diciendo que era un regalo de parte suya y de su familia. Yo no supe que decir o hacer, pero si pensé que con ese dinero tendría lo suficiente para realizar el pago de mis servicios”.
Así, las deudas estaban cubiertas y había comida en la despensa. Sin embargo, a los ojos de los pequeños, Santa Claus no llegaría por qué dos días antes de Navidad el árbol estaba triste y sin ningún regalo.
Entonces, con el frio invernal una dama desconocida tocó a la puerta y preguntó por Marcos González. Y al tenerlo frente a ella le dijo: “Ven, hay algo para ti en la camioneta, por favor acércate”, al tiempo que le mostraba una gran bolsa negra, cuyo contenido eran cajas envueltas. Eran los regalos de Navidad que hacia tanta falta.
“No te vayas por qué aun hay más para ti”, le dijo la señora, al tiempo que abría las otras puertas de su carro mostrando más bolsas con igual contenido.
“Dios si existe”, dije al entrar llorando a mi casa. Y lo más increíble de todo es que con los nervios y la emoción no supimos quién era esa mujer que nos había llevado los regalos. Sin embargo, agradecemos infinitamente su buen corazón.
Esto ocurrió la Navidad del 2016 y ha sido una vivencia que jamás olvidarán.
De hecho, en este 2017 la suerte ha sonreído más a los González, razón por la cual han querido corresponder a la ayuda que recibieron, realizando una donación de despensas al grupo “Latinas Unidad” del Centro Médico de Nebraska.
De esta forma, deseamos subrayar que actualmente existe mucha gente con grandes carencias en la comunidad, ya sea un vecino, un amigo o familiar. Personas que piensan que Santa Claus no entrará en su hogar. Por ello, en esta Navidad regálese y regale un detalle a esa persona necesitada.
Únase a su familia y ayude a otra en desánimo, para que obtenga lo más valioso que Santa Claus tiene para