Por Bernardo Montoya
La ciudad de Omaha se viste de luto con el triste he inesperado fallecimiento de un líder comunitario que puso el nombre de los salvadoreños en un lugar más visible y digno: Victor Jaime Alfaro.
Nació en el departamento de Santa Ana en la República de El Salvador. Fue miembro de una familia conformada por ocho hermanos. Buscando el sueño americano, en el año de 1994 inmigró a los Estados Unidos y para el 2008 se decidió mudarse a Omaha, donde habría de dejar huella con su labor comunitaria.
Lo primero que le distingo fueron sus artes culinarias, lo cual le abrió las puertas en restaurantes de la región. Sin embargo, Victor Alfaro buscó siempre promover la cultura de su país, en un conjunto de expresiones y tradiciones consistentes en costumbres, prácticas, códigos, normas y reglas que el mismo profesaba en su vida diaria.
Inquieto, busco hacer presente la existencia de la comunidad salvadoreña al involucrarse en diversas organizaciones no lucrativas, como la Cámara de Comercia Hispana, Midlands Latino Community Development Corporation, el Departamento de Policía de Omaha, la Asociación de Salvadoreños de Nebraska y las Escuelas Públicas de Omaha, entre otras.
Su herencia, en primer lugar, humana y cultural, ha sido crucial para consolidar las celebraciones masivas y públicas de la independencia de el Salvador en el Sur Omaha, siendo él la persona que negociara con La Camara de Comercio Hispana de Nebraska para compartir espacio y lograr crear un festival que enalteciera a los mexicanos y salvadoreños en sus debidos festejos patrios.
A esa contribución se sumaron diversos reinados de belleza, en los cuales enalteció la fuerza y dignidad de la mujer salvadoreña en Nebraska. Participó en eventos deportivos donde consiguió espacios de promoción cultural y gastronómica. Orquestó días de campo en los cuales concentró a sus compatriotas y a miembros de otros países, para estrechar lazos afectivos que permitieran un soporte mayor a las futuras actividades salvadoreñas. Ofreció platicas, dirigió colectas de fondos y apoyo la creación de asociaciones culturales en distintos periodos de su estancia en nuestra ciudad.
Los escasos estudios de historiografía salvadoreña en Omaha fueron ampliados al tener una perspectiva más amplia de la cultura y el arte de El Salvador, gracias al trabajo de Alfaro.
No olvidamos, por supuesto, los decisivos aportes de sus antecesores, cuyos registros se asientan desde 1960. Sin embargo, a juicio integral de líderes miembros de las agencias mencionadas, Victor Alfaro exhibió al pueblo salvadoreño de una manera masiva, permitiendo un mayor reconocimiento, y permitiendo también el surgimiento de nuevos líderes deseosos de hacer algo por promover también y a su manera, su identidad salvadoreña.
En todas las épocas, hay acontecimientos de gran significación en la historia cultural de una comunidad que no pueden ser olvidadas porque marcan rutas decisivas, rutas que en este caso han servido para que otras culturas conozcan y respeten más las tradiciones de El Salvador.
Hoy, la muerte de Victor Alfaro significa una gran perdida, pero un gran legado, que deberá ser atesorado, difundido y agigantado por los connacionales que le suceden y por todos aquellos que le conocieron hasta el punto de considerarlo un gran amigo. Descanse en paz, amigo mio.