Durante la historia las mujeres han tenido que luchar contra el llamado “techo de cristal” para acceder a algunos puestos laborales. Sin embargo, algunas deciden ser sus propias jefes a pesar de lidiar con el machismo arraigado en la cultura latina. Aquí traemos tres de las tantas historias de hispanas en Omaha que rompieron ese techo y decidieron emprender sus propios negocios. 

Del daycare a la excavación

Flor Campo dijo en marzo que acaba de adquirir la nueva excavadora que mejorará el trabajo que actualmente hace. Foto Karlha Velásquez.

Flor Campos nació en Texas y creció lejos de sus padres. En 2003, se muda a Omaha donde conoció a Susan Aguilera Robles quien la apoyó ofreciéndole trabajo y siendo su mentora. En el proceso descubrió que quería cuidar niños y emprender un negocio. “Yo siempre he sido bien atrabancada y me propongo hacer las cosas con organización”, dijo

Con un plan de negocio se presentó al banco para pedir un préstamo y en 2017 montó una guardería de 24 horas y sus principales clientes eran trabajadores de la salud y de las empaquetadoras. “Me iba bien. Llegué a cotizar anualmente $55 000 y pagué mi deuda”.

Con la pandemia en 2020, Campos tuvo que cerrar la guardería. Su actual pareja le propuso crear una empresa de excavaciones. No lo pensó mucho y con un plan de negocio en manos y sus buenas referencias logró un crédito de $90 000 para la compra de maquinaria adecuada. Así fundó Emmpire Underground LLC y su pareja se alió.

La empresa se encarga de instalar de ductos subterráneos – con los permisos aprobados – que sirven de protección para el cableado de sus contratantes. “Tenemos contratos con Verizon y Centurylink por ahora, entre otras empresas. Hemos sido exitosos”, dijo.

Su mayor obstáculo, cuenta, es que en ocasiones se enfrenta con el machismo latino. “Cuando tengo que llamar para conocer el progreso de la obra y me atienden mexicanos, me ponen peros y me piden hablar con el jefe. Entonces debo apersonarme con mi pareja para que me escuchen. Es triste, pero tener la presencia de un hombre al lado es necesaria a la hora de tratar con los obreros. A mi me gusta hacer las cosas bien y profesionalmente”, señaló.

Flor espera reabrir la guardería cuando se del escenario y se pueda volver a la normalidad.

El chinchorro boricua en Omaha

Debido al Covid Elie tuvo que cerrar su negocio físico temporalmente, pero sigue ofreciendo sus mejores platos a sus fieles clientes. Foto hecha en marzo de 2021 por Karlha Velásquez.

Tras divorciarse en Puerto Rico, Elie Berchal llegó a Omaha en 2009 para darle un mejor futuro para ella y sus hijos que estaban en la universidad, así que consiguió trabajo en Omaha Steak, pero debido a los movimientos repetitivos que hacía dentro de la empaquetadora se lastimó la mano y tuvo que dejar ese trabajo. Debía apoyar el futuro académico de sus hijos y también de su hija menor que había dado a luz.

“En este camino uno bota lágrimas. Estaba soltera y sabía que tenía que hacer algo para ayudar a mis hijos. Recordé las palabras de mi abuela que me decía que haga lo que me apasione y que lo haga bien, así que decidí hacer lo que mejor sé hacer: cocinar”, dijo.

Berchal promocionó sus platos en varias partes, incluyendo en la festividad de Cinco de Mayo, en donde vendió absolutamente todo. Decidió negociar pequeño espacio en una discoteca para emprender El Chinchorro Boricua. Este operaba de 11 am a 8 pm.

En el argot puertorriqueño la palabra chinchorro quiere decir un local pequeño y rústico que vende comida y la familia comparte y hace pequeñas celebraciones. Así este sería el primer restaurante boricua del estado de Nebraska. Su negocio iba viento en popa al punto que varias empresas le pedían hacer catering. Pero con la pandemia en 2020 cerró el local físico, pero El Chinchorro Boricua sigue operando itinerante y todavía antiguos clientes fieles llaman a Elie por sus maravillosos platos con sabor caribeño.

Las sales curativas

La salvadoreña Goldstrom llegó a EEUU sin nada en sus manos, ahora tiene en ellas su propio negocio de Spa con sal. Foto Karlha Velásquez.

Yesenia Goldstrom llegó como indocumentada a Estados Unidos a finales de los 90 en busca de mejor vida. Con poco dominio del inglés estudió en la escuela de masajista en Omaha. Y cuenta que durante ese periodo había recibido muchas críticas por parte de algunos latinos. “Me decían que era una ilegal y que por eso me dieron papeles y que ‘yo hice lo correcto y a mí me ha costado’”.

Las críticas no amilanaron a Goldstrom, y continuó sus estudios con el apoyo de su esposo, hasta que se graduó. Tuvo que presentar un examen nacional en inglés para poder ejercer como masajista terapeuta. Su marido la instó a sacarle provecho a la fuerza de sus manos y a todo el conocimiento adquirido. Así que alquiló un cuarto pequeño en una tienda que estaba ubicada en entre las calles Leavenworth y 37th.

Pero quería buscar espacios más grandes pero esta vez con algo novedoso. Decidió usar terapias de sal con fines homeopáticos usada desde la antigüedad. Fue así que acondicionó un local de manera que todo quedase en armonía y fundó Salt and Spa en 2016. La salvadoreña cuidó los detalles de su nuevo local y ofrece un servicio de punta con un catálogo amplio de opciones para el cuidado físico. El lugar fue decorado cuidando la armonía de los colores, olores, mueblería y además bloques de sal en paredes, lámparas, que también forman parte de su tratamiento. Aparte de los masajes, también ofrece asesoramiento con productos para el cuidado de la piel. Actualmente el local está ubicado en 7822 Wakeley Plaza Omaha.

Sala de espera a la entrada del Spa.

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