Por Karlha Velásquez

Beto Gonzales trabaja también en Boys and Girl Club donde charla con los jóvenes sobre el daño de involucrarse con las drogas. Foto: KarlhaVelásquez. 

Sus tatuajes son evidencia de su historia. Las marcas de una vida desordenada se han borrado de su rostro e investidura, pero no de su memoria. A los 11 años Alberto Castillo González comenzó a sentir lo que él creía que era la “libertad” dentro de los pandilleros.

Castillo Gonzales, también conocido como Beto, aún guarda en su memoria toda su vida como pandillero durante su juventud y todo su proceso de reformación por el que pasó hasta llegar a ser uno de los más respetables miembros de la comunidad latina y el primer especialista en pandillas de la Policía de Omaha, pues conoce perfectamente la naturaleza de ese mundo por lo que “nadie le va a llegar con cuentos”.

Nació en El Paso, Texas en 1957. Y a sus cuatro años, sus padres, procedentes de México, se mudaron a uno de los proyectos de familia de bajos en Omaha. Entre su spanglish marcado el expandillero contó su historia a El Perico en una entrevista luego de enterarse que fue felicitado en febrero por las redes sociales  por sus años de servicios en la asociación sin fines de lucro Boys and Girl Club, y además, en el departamento de la policía de Omaha.

De estatura media, y contextura fornida, presentando una masculinidad propia de sus raíces, Beto es una de las figuras latinas más respetadas en la comunidad. Pues es el ejemplo que se le da a los jóvenes que quieren estar “libres” del “yugo” hogareño.

Para llegar a ese punto, Beto pasó por transiciones que le marcaron su vida. La Omaha que conoció, dice, fue muy violenta, llenas de pandillas, drogas, crímenes a los él mismo fue parte de ese mundo a temprana edad.

Beto va al centro de reclusión de jóvenes todas las semanas. Foto: Karlha Velásquez.

A sus 11 años se le abrieron las puertas a pertenecer a un grupo, no sin antes experimentar el racismo y la intolerancia en la escuela cuando apenas tenía siete años. Para esa época 1963 o 1964, Estados Unidos creó políticas para expandir el dominio del inglés como idioma por EEUU, al fin y al cabo el espíritu de América para los americanos estaba presente, y su maestra de la época lo tenía claro.

“Recuerdo que estaba en la escuela y había cosas que no entendía en inglés, yo solo hablaba español y le pregunté a la maestra (en español) qué significaba tal cosa. Ella me miró molesta y me dijo: esto no es México sino Estados Unidos así que aquí se habla solo inglés. Muchos se burlaron de mí, y ahí nació mi frustración. Me marcó y decidí dejar para siempre la escuela”, dijo.

En ese tiempo, Beto asistía a las actividades de Boys and Girl Club, ya no iba a la escuela hasta que conoció a jóvenes que lo ingresaron a ser parte de una banda, donde no se sentía discriminado y que estaban interesados en que Beto le enseñaran unas que otras vulgaridades en español.

Las drogas y la fantasía de sentirse querido lo alejaron de su familia. Aunque para él su madre era una santa, y su padre un inquisidor a quien años más tarde supo perdonar. “Mi papá era mariachi y trabajaba tanto como mi mamá en casa. Uno de joven sabe que le hace daño a sus padres, pero ese es el camino que a veces tomamos como jóvenes”, dijo.

Nació en El Paso, Texas, y se mudó con sus padres a Omaha cuando tenía 4 años. Por lo que conoce Omaha como la palma de la mano. Foto: Karlha Velásquez. 

A sus 22 años y con un “amor” empedernido por las drogas y sentirse high, Beto trató de terminar el bachillerato y en ese proceso conoció a una monja Joe en el Centro Chicano quien lo ayudo a encontrar un camino menos tormentoso en el que estaba: pensaba en suicidarse, matar a alguien o que lo maten. “Me uní luego a los metodistas, gracias a eso he podido entender mi proceso y qué me afectaba”, dijo.

Al pasar el tiempo, en febrero de 2003 entra a trabajar en Boys and Girl Club, y para 2014 en el departamento de la Policía de Omaha. En ambos su propósito es ayudar a los jóvenes que estén pasando por situaciones similares a las de él. Dicta charlas y da ejemplos de como ha sido su vida.

Beto culpa a las actuales películas y canciones cargadas de violencia la actitud agresiva de la sociedad: “Omaha era terrible, lleno de grafitis en esa época. Veo eso porque soy un exmiembro de pandillas”.

Atribuye la violencia en la sociedad a la música que se viene escuchando desde los años 90 y “la nueva cultura que llegó de California, Texas o Nueva York. Todo el mundo quería tener dinero y pistolas y crear una cultura de violencia”, dijo.

Una de sus pasiones es andar en moto.

“Si yo no hubiese tenido esta oportunidad hubiese continuado en las calles vendiendo armas y drogas. Pero deben saber que alguien que no conoce otro mundo o medio de supervivencia, fácil mente puede volver a lo que fue antes”, enfatizó con una seriedad determinada.

Se siente orgulloso de todo lo que ha vivido porque sin eso no es lo que es ahora. Beto se siente feliz ahora con su mujer y toda su familia, y ahora a sus 60 primaveras encontró una pasión que, afirma, nadie se la va a quitar: su motocicleta estadounidense Harley-Davidson.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *