Por Bernardo Montoya

Isidoro de Jesús Cortez llegó, como todas las mañanas, a sentarse y a esperar en una de las jardinerías de la conocida Plaza de la Raza, ubicada en pleno corazón del sur de Omaha.

Desde hace siete años, el hombre de 62 años, y con mucha vitalidad por delante, acude puntualmente como muchos otros, para ver lo que la suerte le depara en la búsqueda de algún trabajo en dicho lugar.

Su espera puede tomar largas horas o días, hasta que alguien se acerca para ofrecerle unas migajas de horas o quizás días de trabajo, si corre con suerte.

“La primera vez llegue por que mi hijo me trajo. Pero él se mudó a California con su nueva esposa y yo preferí quedarme…”, dijo Cortez en frente de otros 3 conocidos más, que estaban allí por el mismo objetivo: trabajar.

El sol del medio día fue intenso ese día y transcurrieron las horas como si fueran eternas, pero solo llegó la oportunidad para una «chamba»: cargar unos muebles para una mudanza.

La «vuelta» se hizo rápido y efectivo. Todos regresaron para esperar por algo más. Pero de pronto, una patrulla del Departamento de Policia de Omaha se detuvo frente a ellos. La oficial Ruteena Alcantara se acerco con pasos tranquilos y les dijo que no pueden estar más ahí por medidas de prevención para evitar contagios de COVID-19 y por órdenes de la autoridades de Omaha.

Sacó una cinta amarilla y acordonó con ella las jardinerías, bancos y las bicicletas en la adyacencias de la placita, ya que todo allí es considerado como un parque público y esta prohibido que las personas lo usen como lugar de reunión.

“¡Nos acaba de dar en toda la torre!”, dijo Isidoro con una profunda consternación. “Nos dicen que ya no podemos estar aquí buscando trabajo”, agregó.

La mayoría que se ve en la plaza son hombres hispanos inmigrantes. La plaza ha sido el punto de concentración para aquellos que luchan diariamente para tener unos centavos en su bolsillo y que ven en eso la vía rápida y digna de obtenerlo. Y más durante esta época de pandemia, en donde el índice de desempleo se disparó en todo el estado, Omaha no queda excento.

A pesar de todo eso la oficial Ruteena cumplió con una ordenanza.

El viento había rompió las cintas, como si fuera una señal de injusticia ante la situación, pero fue simplemente eso, el viento. La oficial reforzó con más cinta plástica el perímetro de la plaza que estaba restringido. Se quedó así.

“No sé qué voy ha hacer. No hay trabajo y ahora no hay placita para buscar unos centavos. ¡Qué Dios nos ampare! y haber por cuánto aguantamos…”, dijo cabizbajo Isidoro, mientras se alejaba del lugar.

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