Recientemente llevé a mis hijas de 2 y 6 años de edad a una unión de crédito local para abrir cuentas de ahorros. Fue un día emocionante para todos, en especial para Zoey de 6 años. Llevábamos sus actas de nacimiento y tarjetas de seguro social y cuando el oficial del banco pidió los números, mi esposa los leyó sin dificultad. Fue entonces que me di cuenta que los jóvenes estudiantes latinos, los DREAMers, que entrevisté en diciembre de 2015 y enero 2017 (un total de diez personas) no podían hacerlo. Antes de la DACA ellos no podían abrir una cuenta de ahorros y ciertamente tenían prohibido hacer otras cosas que la mayoría de nosotros damos por sentado, tales como obtener una licencia para conducir, o tomar un vuelo para ir a Chicago. Aunque pueden abrir cuentas de banco y viajar en avión gracias al programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) y el número de seguro social que les permite obtener, el hecho de que tienen que tener miedo y preocuparse de lo que pueda suceder de dichos encuentros y de que la persona a cargo no sepa de o no entienda el DACA, es algo que crea estrés y presiones que la mayoría de las personas en los Estados Unidos de Norteamérica no tienen. Aunque surgieron muchos temas y cuestiones durante esas entrevistas, me enfocaré en algunas de las cosas que la DACA ha hecho por ellos.
Aunque no nacieron en Omaha crecieron aquí o en las áreas de los alrededores, por lo que no es de sorprender que hablen el idioma inglés casi de forma perfecta y sin acento. Todos los jóvenes que entrevisté están en la universidad y son estudiantes por encima del promedio. Ninguno de ellos tiene antecedentes penales. El número de seguro social que les otorga la DACA no tiene precio y les permite trabajar y contribuir a los gastos del hogar, ahorrar para la colegiatura de su universidad, cuotas y otros [gastos]. Ellos también valoran y quieren lo que los Estados Unidos de Norteamérica y Omaha les han permitido hacer y las oportunidades que les ha brindado el sistema educativo. Lo que presentaré a continuación revela la realidad de uno de los aspectos de su existencia en los Estados Unidos de Norteamérica e ilustra la importancia de un número de nueve dígitos que la mayoría de nosotros no valoramos.
Todo niño debe asistir a la escuela  pero hay programas, campamentos y actividades extracurricular especiales que alimentan esa alegría que sienten a esa edad la mayoría de los jóvenes durante el aprendizaje. La siguiente cita de Marcella, reciente estudiante de universidad, nos hace ver este punto:
«Yo lo supe [que no estaba autorizada] en 6to grado. Yo quería registrarme para una actividad tipo campamento de matemáticas y ciencia y era algo caro. Así que [los maestros] me dijeron, ‘si tus padres no ganan lo suficiente [como para pagar por el campamento], entonces hay que llenar este papeleo. Que incluyan su número de seguro social y obtendremos ayuda financiera para ello’. Fui a casa pensando, ‘eso es fácil, ¡mamá solamente ocupa llenar esto y listo!’ Fue entonces que me dijo ‘mija, ven y siéntate’, y fue cuando me dijeron que yo no tenía papeles y que no podía decírselo a nadie».
Y no era solamente sobre educación. Ella habló sobre algunas otras cosas que pueden parecer pequeñeces pero que ciertamente van más allá de ser meras incomodidades. Cuando se le preguntó sobre cómo había cambiado su vida la DACA (además de poder trabajar y viajar), ella comentó: «Sí, hay cosas que pueden parecer pequeñeces. Regresar algo a la tienda sin un recibo. Eso fue un proceso ridículo. Por eso nos quedamos con muchas de nuestras cosas».
Pero aún hay más: «Durante un buen tiempo yo tenía que llevar mi pasaporte conmigo pues cuando enseñas tu tarjeta consular dicen: ‘yo no sé cómo registrar esto. ¿Qué es eso?’. Así que había que pasar por un proceso de explicar lo que era y después tenían que llamar a su gerente».
Después de obtener su DACA, ella menciona: «Yo me sentía más en control de mi futuro. Me sentía con más confianza. Sentía que no estaba estudiando para nada. Así que, claro, me sentía mejor, como si tuviera un futuro».
Cuando se le preguntó sobre cómo se sentía sobre el programa DACA, ella dijo: «Yo pienso que por eso se aplicó la DACA, pues nada se estaba haciendo y todavía continúa siendo así pues no se está haciendo nada, sobre los niños que nacieron aquí y que se ven como parte estadounidense, pero no se hace nada sobre ello».
Al final, los que recibieron la DACA no están escondidos en sus cuartos esperando a que los agentes de inmigración los deporten. Están afuera trabajando por sus futuros y para dar algo de vuelta a su país, al país que les ha dado tanto beneficios como obstáculos. Andrea lo comenta de esta forma:
“Yo siento como si, como si pudiera hacer todo lo que puede hacer otra persona. Yo solamente tengo que trabajar el doble, pero eso no me limita».
Regresando a lo del número social, es un privilegio que la mayoría damos por sentado. ¿Cuál es la diferencia entre usted y uno de estos jóvenes? ¿Qué hizo USTED para obtener un número de seguro social y todos los privilegios que incluye? Los que han recibido la DACA son muy agradecidos. Reconocen sus privilegios en comparación con otras personas en situaciones similares. También reconocen sus derechos como ciudadanos culturales, económicos y sociales de este país. Reconocen su derecho a luchar por su bienestar y por el bienestar de su país, de nuestro país.

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